La tecnología actualmente tiene un papel muy importante en nuestra vida cotidiana. En una sociedad globalizada, donde desde bien pequeños los niños pueden verse expuestos a un entorno excesivamente digitalizado y con una relación estrecha con las pantallas, pueden surgir incógnitas sobre las consecuencias que conlleva el uso de los dispositivos en edades de crecimiento.
Si nos fijamos bien, hoy en día allá donde vayamos se puede observar cómo niños más bien pequeños juegan y usan sin ningún tipo de dificultad tablets, smartphones o videojuegos, e incluso muchos adultos usan estas herramientas con el fin de que los niños se “distraigan”, estén más tranquilos mientras comen, o mientras los adultos hacen sus tareas.
Debemos tener en cuenta que son herramientas de alto valor en muchos aspectos de nuestras vidas, y que con un uso correcto y dosificado pueden aportar infinidad de oportunidades y ayuda en algunas de nuestras actividades diarias. Pongamos algunos ejemplos de sus utilidades: ver imágenes de los océanos que estudiamos en clase, buscar actividades plásticas para hacer en casa, conectarnos en línea con familiares o amigos que estén lejos e incluso transportarnos a países y culturas lejanas.
Como veis, visto así, son muy interesantes e incluso pueden tener un alto carácter didáctico, con lo cual hay que dejar claro que no son herramientas respecto a las cuales se pueda desmerecer su uso. Pero enfocarnos solo en sus posibilidades es obviar los efectos adversos que puedan ocasionar las herramientas digitales, si se da un uso abusivo o prematuro durante el desarrollo del niño en la etapa infantil.
Ser conocedores de esto, como adultos o padres, nos permitirá ser conscientes de la importancia de limitar su uso en épocas de crecimiento, ya que lo que podamos hacer por ellos en la infancia les dará valor en la adolescencia y, por supuesto, en la edad adulta.
Del mismo modo, crecer dentro de un contexto responsable se verá reflejado en la adolescencia, cuando ya disponen de su propio smartphone y perfil en redes sociales.
Muchas veces puede resultar complicado su dosificación, por lo que crear espacios que hagan que el niño se desvincule de su uso a nivel familiar es un factor que ayuda a su desarrollo.
La dispersión y falta de atención
El cerebro humano es un músculo a entrenar, pero a la vez puede llegar a ser perezoso o caer en la falta de interés, con lo que llega el sentimiento de frustración al no disponer de inquietudes propias y que no vengan de lo externo, como pueden ser imágenes o juegos. En consecuencia, los niños se vuelven más perezosos a la hora de jugar o experimentar por si solos, ya que sienten la necesidad de un input externo, como puede ser una pantalla para poder ser felices y disponer fácilmente de imágenes o juegos, sin tener que hacer el más mínimo esfuerzo a nivel cognitivo.
Expertos en el área de pediatría y estudios realizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierten que los niños de 0 a 3 años no deberían en ningún caso ser expuestos a las pantallas y a partir de los 3 años y hasta los 5 años, su uso debería ser estrictamente ocasional y no exceder más de una hora al día y siempre y cuando su uso sea supervisado por adultos.
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