Últimamente en las redes sociales, en los medios de comunicación, en la panadería y en el bar, podemos leer y escuchar como a Vladimir Putin se le califica de loco, enfermo mental, pirado, psicópata y sociópata. Así mismo, todo hijo de vecino le diagnostica trastornos varios que varían en función del analista, opinólogo o todólogo de turno.

En estos tiempos en los que no callan ni debajo del agua los adeptos del “opino de que”, como diría Carlos Herrera, y los licenciados en la universidad de la vida, las charlas y debates del país giran en torno al análisis psicológico de Vladimiro. Porque Vladimiro ya es uno de los nuestros. Ya forma parte de nuestra cotidianidad española.

Últimamente en las redes sociales, en los medios de comunicación, en la panadería y en el bar, podemos leer y escuchar como a Vladimir Putin se le califica de loco, enfermo mental, pirado, psicópata y sociópata. Así mismo, todo hijo de vecino le diagnostica trastornos varios que varían en función del analista, opinólogo o todólogo de turno.

En estos tiempos en los que no callan ni debajo del agua los adeptos del “opino de que”, como diría Carlos Herrera, y los licenciados en la universidad de la vida, las charlas y debates del país giran en torno al análisis psicológico de Vladimiro. Porque Vladimiro ya es uno de los nuestros. Ya forma parte de nuestra cotidianidad española.

En la actualidad son varios los expertos en el comportamiento humano que han salido en diversos medios de comunicación haciendo un perfil psicológico del mismo y que han defendido con vehemencia su perfil patológico. Entre todos, se escuchan muchas voces sabias, sensatas, además de fundamentadas, de expertos de la talla del Dr. Luis Rojas Marcos o del Dr. Enrique Rojas, por citar algunos ejemplos.

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